Hace  diecisiete años, el FAPAS llevó a cabo la mayor plantación de árboles de su historia,  130.000 árboles plantados en    el concejo asturiano de Belmonte de Miranda.  La plantación  era una medida compensatoria que el Gobierno Regional de Asturias exigió que realizara   una empresa eléctrica por la construcción de un parque eólico ubicado en una zona con presencia osera.

En principio, el proyecto de plantación fue diseñado por la   Administración Regional para llevarlo a cabo en  el mismo monte donde se instalaba el parque eólico. Un monte pelado, sin suelo fértil como para generar bosques, que era utilizado por los ganaderos para tener  pastando sus animales, principalmente vacas, caballos y cabras.

Como podemos ver en esta pequeña parte del monte que se pretendía plantar,  no hay un solo árbol, son pastizales para el ganado.  La imagen es ya de por sí bastante explícita. Si no hay árboles es a causa de la continuada  acción del fuego que durante décadas se ha aplicado como medida de  regeneración de los pastos.

La casería del FAPAS

Se daba la circunstancia que el FAPAS había comprado una vieja casería abandonada en aquellos montes, un lugar estratégico para la recuperación del oso y allí estábamos con nuestras colmenas y plantando  frutales y como consecuencia pues teníamos bastante relación y confianza con los vecinos propietarios del monte que se pretendía plantar.

Así que les preguntamos cómo era posible que  hubieran aceptado plantar el monte donde pastaba su ganado. La respuesta  fue tremenda.  No hay problema, cuando lo planten ya quemará.  Era evidente  no querían arriesgarse a perder  la contraprestación económica que el parque eólico tenía que pagar anualmente a los vecinos.

Así es cómo se planificaron muchos de los proyectos de reforestación que hoy día no conseguimos localizar ya que fueron eliminados por el fuego, replantados y nuevamente  quemados.  

FAPAS consiguió que  aquel proyecto sin futuro fuera modificado y  en vez de plantar en un solo monte, con  un futuro pasado por el fuego,  se realizasen plantaciones en fincas privadas cuyos propietarios ya no las utilizaban para labores agrarias. El resultado fue que muchos vecinos ofrecieron sus fincas para hacer las plantaciones de frutales, especialmente cerezos silvestres.

Pero la Administración no quería apearse de la burra y exigía plantaciones en el monte.

El proyecto no fue modificado y   mantuvo la exigencia de plantar un 30% de los 130.000 árboles en montes públicos.  Se eligió otra zona donde no había ganado pastando y las posibilidades de incendios eran menores. Allí se plantaron 39.000 árboles.

Diecisiete años más tarde no hay ni uno solo de esos miles de árboles. Todos quemaron tras los incendios que  hubo después de las plantaciones.

Pero  los otros casi 100.000 se plantaron en pequeñas fincas privadas con unos  suelos extraordinarios,  tierras fértiles que durante siglos fueron utilizadas en cultivos de maíz o patatas, abonados y cuidados, pero que con el abandono rural se cubrieron de matorral de zarzas.

El tractor del FAPAS desbroza una pequeña finca y vemos como aparece una tierra de excepcional calidad en la que  solamente crecía matorral. Ahora quedaban listas para ser plantadas.

17 AÑOS DESPUÉS

Estos días hemos estado revisando algunas de las plantaciones, esta primavera vamos a realizar trabajos de retirada de los viejos protectores de plástico que sirvieron para evitar que los animales silvestres se comieran las plantas.

Y comprobamos que efectivamente, tal como suponíamos hace 17 años, lo que plantásemos en muchas de estas fincas se convertirían en unas magníficas plantaciones de cerezos. Fratles que descubrimos con ilusión que ya están siendo utilizados por los osos para alimentarse.

Aquellas fincas cubiertas de zarzas, están ahora  formando una plantación  cerrada de cerezos que una vez que entramos dentro de la finca nos encontramos con la sorpresa de que están siendo intensamente utilizadas por el oso.

Alfonso comprueba que ya es el momento, la verdad, se tenía que haber hecho antes, de retirar todos los protectores de estos árboles para que no queden residuos en la plantación. Pero a la vez que vemos este tema de los protectores,  descubrimos que muchos de los cerezos tienen las características  marcas de haber sufrido la presencia del oso.

El cerezo presenta toda su estructura de ramas desarbolada, esta pasada primavera o a primeros del verano, un oso ha estado subido al cerezo comiendo sus frutos. Así aparecen muchos de los árboles de las plantaciones que hemos revisado.

Al  FAPAS, estos daños en los cerezos nos encantan. Aquel enorme esfuerzo de plantar miles de árboles ha tenido ahora su fruto.

Y como colofón al trabajo de plantación, Alfonso localiza en el viejo cierre de cuando en estas fincas se  llevaban las vacas a comer la hierba, los pelos de los osos que han estado comiendo las cerezas. Una valiosa información para conocer mejor   esta población osera que FAPAS lleva protegiendo desde hace más de treinta años.