La pérdida del patrimonio biológico en España es constante y siempre  bajo el paraguas de  dos elementos, el administrativo y el delictivo que en ocasiones se unen y generan ese binomio imposible de  anular.  Cuando una administración no quiere proteger un bien ambiental,  cae sobre él la mano negra de la delincuencia que aprovecha la circunstancia, saca tajada y pone en riesgo la supervivencia ambiental.

Es el caso de los garranos, los últimos caballos salvajes, habitantes de Galicia, del norte de Portugal y de algunas montañas del occidente asturiano.

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La problemática de  supervivencia de estos caballos es grave, por eso ante el silencio de administraciones, es importante la buena información.

El diario digital  Acaba de publicar un magnífico reportaje de investigación firmado por la periodista Irene Asiaín que pone el dedo en la llaga en la problemática de conservación de este magnífico patrimonio biológico español.

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Como si de un film del oeste americano se tratase, el trabajo  de investigación periodístico, pone al descubierto las tramas de cuatreros, mafias y corrupción que rodea al mundo de estos caballos salvajes, incluidos los negocios de cobro  en Asturias de falsos daños de lobo, algo que lejos de ser investigado por las administraciones, en este caso la de Asturias, o lo ampara o hace la vista gorda, poniendo al lobo como el malo al que hay que exterminar.