Terminamos de nuevo un año sin que las medidas de protección del oso vayan más allá de que al oso “le va bien”.

Sí en parte. Ya vemos lo que está sucediendo en el núcleo oriental, donde cada vez es  más manifiesto el engaño sobre los datos de la población, el número de osas reproductoras y el cacareado trasiego de  osos de un lado para otro.

Al margen de esta  cortina de humo que año tras año nos trasmiten administraciones y ONG osera,  la realidad se manifiesta tal como es.

La recuperación de la población osera occidental que sí es toda una realidad. Sigue sin tener la cobertura de   aquellos aspectos básicos que garantizan   su supervivencia  directa y mejoran la viabilidad de recuperación en entornos  rurales de montaña.

Las carroñas  de invierno siguen siendo retiradas de las áreas  de montaña.  El consumo de  este alimento, un residuo procedente de la ganadería se  manifiesta como una auténtica oportunidad de  alimento para los osos.

Como podemos comprobar, las pocas carroñas que no son retiradas por producirse la muerte del ganado por causas naturales en zonas de difícil acceso, son inmediatamente  aprovechadas por los osos.

Cuando se trata de una osa acompañada de sus crías, el alimento adquiere una especial importancia, alimenta a todo el grupo familiar, permitiendo un desarrollo físico de los cachorros que garantiza su supervivencia.

 

OSOS EN PLENO INVIERNO

Parecía que estaba totalmente asumido que los osos, en cuanto llegaba  el  invierno, se introducían en sus oseras a invernar. La presencia de osos en   la nieve,  hizo saltar la alarma de que algo estaba cambiado en el comportamiento de los osos.

Nos preguntamos si realmente  este aspecto de la movilidad de los osos en épocas invernales  es algo novedoso  o es en realidad un comportamiento natural de algunos ejemplares que  mantienen actividad en épocas de frío.

Con la experiencia de trabajo, más bien creemos que lo que ha sucedido es que una vez más el gran desconocimiento de la  biología de los osos cantábricos ha llevado a consideraciones erróneas.

El empecinamiento a   considerar que los hábitos de osos de otros territorios tienen que ser coincidentes con los cantábricos   ha sido en las últimas décadas un gran error de algunos investigadores del oso.   No han acertado en la selección de la calidad del hábitat del oso en la Cordillera Cantábrica y  han errado al creer que  la movilidad de osos en plena  invernada es algo inusual.

Hay menos movimientos de la población osera en invierno, es cierto, pero muchos osos mantienen actividad en invierno.  Un aspecto importante a tener en cuenta para su protección, ya que  la actividad de estos osos es coincidente en los territorios de montaña donde en invierno se practica la caza, en especial las batidas de jabalí.

Ni carroñas  de invierno, ni advertencia a los cazadores de que  donde practican su actividad, aunque sea en invierno, puede surgir el oso y por confusión disparar sobre él.

Pero mientras que  cada año aparezca una nueva osa reproductora y aumente el censo,  políticos, técnicos y arrimados aplaudirán  hasta con las orejas la magnífica evolución de la población osera. Luego, cuando aparezca  el típico oso tiroteado (Palencia),  al no encontrarlo, será motivo de considerar lo leve de sus heridas.

Más desapercibida pasa la muerte de los oseznos que se cuentan cada año e incrementan el censo poblacional, pero  que no se deducen una vez que se comprueba que  la madre los ha perdido.  Siempre queda como justificación el “infanticidio”, un proceso natural que se ha de asumir que cubre cualquier otro aspecto que tenga relación con las auténticas causas por la que se produce una alta mortandad de  oseznos.

2018, será un año más en el que FAPAS continuará con su trabajo, para que al menos, exista una voz independiente que alerte de todas estas situaciones.