Ya son años que la guerra contra el lobo está declarada abiertamente por parte de ciertos sectores e incluso de la propia administración en Asturias, pero cumpliendo con el dicho, los vecinos del Canis lupus ya empiezan a estar en el punto de mira también.

En las últimas semanas el incremento de publicaciones del periodismo sensacionalista atemorizando a la población y poniéndola en contra del oso, nos hace temer que la guerra contra los plantígrados está a la vuelta de la esquina. Los ganaderos ya están poniendo el grito en el cielo y exigiendo a la administración que tome medidas, el problema es que ya conocemos demasiado bien las medidas que se adoptan, habitualmente erróneas y en contra de la biodiversidad.

La gente del rural parece haberse desconectado de la naturaleza y de lo que sus antepasados les han enseñado, con muchos menos medios de los que existen ahora, aquellas gentes tenían más capacidad para cohabitar y proteger sus haciendas. Utilizaban entonces el sentido común, la observación del entorno para buscar soluciones. Sin embargo, en la actualidad, prima la dejadez y el “quien no llora no mama” exigiendo que sean otros quienes den las soluciones, clamando por la desaparición de cualquier competencia natural y reclamando pagos por daños que en la mayoría de los casos serían evitables si los propietarios pusieran medidas de protección.

La incompetencia del humano para adaptarse al entorno no puede suponer el declive o la desaparición de especies. La prioridad de las administraciones debería de ser la protección del medio natural, la educación de la población y la resolución de conflictos de intereses que van en contra de la biodiversidad. Es incomprensible e inadmisible que los gobiernos pongan el interés de cuatro por encima de la mayoría de la población, eso no es democracia, y si además se agrede directamente a la salud pública, se convierte en un delito.

Ya es hora de que se tomen las medidas adecuadas y de que todos se impliquen en mantener un patrimonio de valor incalculable.