Que los osos cantábricos hayan llegado hasta nuestros días parece todo un milagro, aunque la matraca política del “todo va bien” avalada por sus habituales “palmeros” diga mayormente lo contrario.
En el monte sigue habiendo incendios provocados, veneno y caza furtiva; a lo que hay que añadir los nuevos impactos generados por los cambios del uso del territorio, ante los que todavía desconocemos su capacidad de respuesta. (Léase deporte de aventura, pruebas atléticas multitudinarias, batidas de caza a tutiplén, parques eólicos imposibles amparados bajo el auspicio de la energía verde, y como teníamos poco, turismo masivo e incontrolado, para observar, cuanto más cerca mejor, a lo más granado de nuestra fauna).
Sabemos que los osos son una especie poco prolífica, puesto que la hembra solo pare entre 4 o 5 camadas a lo largo de toda su vida, apoyándose la supervivencia de este carnívoro en una vida potencialmente larga, siempre que el amigo peludo ande listo, y como diría el profesor Purroy “las putadas del hombre se lo permitan”.
El parto tiene lugar en la cueva, durante los meses de enero o febrero; los oseznos son diminutos, y pesan al nacer entre 300 y 500 gramos (¡20 veces menos que los cachorros humanos!), alcanzando ya en el mes de mayo los 5 o 6 kilos de peso, gracias al gran valor nutritivo de la leche materna. Por esa época, los oseznos comenzarán a asomar el hocico, y en breve estarán preparados para abandonar la seguridad de la osera.
Pero en ese mismo momento, comienza el celo en la Cordillera; los grandes machos aumentan su movilidad, patrullando de continuo el territorio en busca de hembras receptivas con las que poder aparearse, llegando incluso a matar a los oseznos de un grupo familiar, si se produce el fatal encuentro. El objetivo: que la madre vuelva a entrar en celo, para poder cubrirla, y así conseguir perpetuar sus propios genes.
Jugando al despiste
Por eso, entre los meses de abril y julio, las hembras paridas acompañadas sus crías del año intentan por todos los medios evitar a los fogosos machos, permaneciendo acantonadas en lugares inaccesibles, y ajustando sus ritmos de actividad a poder esquivarlos.
Pero además, el milagro de la vida se guarda un as en la manga: tanto los machos como las hembras SON PROMISCUOS, lo que quiere decir que pueden aparearse con diferentes ejemplares a lo largo del mismo periodo de celo. Esto hace que las hembras puedan tener crías de diferentes machos en el mismo parto, lo que favorece la diversidad genética de la camada, y además, PREVIENE SUPUESTAMENTE EL INFANTICIDIO, ya que Los machos que han copulado con una determinada hembra no atacarán la primavera siguiente a esos cachorros, en previsión de que puedan ser sus propias crías.
Con todo y con eso, las hembras y sus esbardos deben enfrentarse a nuevos acontecimientos que después de miles de años de forzosa convivencia, todavía no estaban previstos en este escenario. El progresivo aumento de la población osera en algunas zonas de la Cordillera, y la utilización de la especie como motor económico, propicia una nueva relación entre osos y humanos (éstos últimos, totalmente ajenos al territorio y su paisanaje), con resultados trágicos e insospechados para ambos protagonistas, si la práctica de actividades lúdicas no se regula adecuadamente.
MOLESTAR Y PROVOCAR el desplazamiento de un grupo familiar en sus primeros meses de vida, puede ser fatal para la ya de por sí complicada supervivencia de las crías (solo un 40%), aumentando considerablemente las probabilidades de infanticidio. Pero además, NO DEBES OLVIDAR que los osos son animales salvajes, y como desgraciadamente hemos podido comprobar estos días, reaccionan de forma imprevisible cuando se sienten sorprendidos o acorralados. Lejos de su apariencia torpe y bonachona, son nuestros carnívoros de más corpulencia; muy ágiles, capaces de recorrer 150 metros en 10 segundos, o caminar 50 kilómetros en una hora. Evita riesgos inútiles. En un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, tú saldrás mal parado, pero el oso siempre se llevará la peor parte.
VIDEO: "LA AMENAZA DE TANO"
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