A raíz de la publicación del FAPAS HOY del pasado día 20 de Agosto sobre los ataques de los buitres al ganado, hemos recibido   varios correos  con comentarios afirmativos sobre la veracidad de los ataques, contrastados  visual y gráficamente.

El común denominador de estas comunicaciones que agradecemos, tienen como referencia   el supuesto ataque de buitres a ovejas que están pariendo.

Tratamos de aclarar como respuesta a quienes nos escribieron y a quienes estén interesados,  la opinión de  FAPAS sobre esta cuestión

 

Lo que nos describen en sus correos  sobre ganado ovino que está pariendo y resulta  muerto por buitres, afirmativamente cierto. Pero técnicamente y desde un punto de vista de ecología aplicada al comportamiento de fauna salvaje, no se contempla como un ataque, en el sentido estricto de ataque, tal como  hace un depredador. En el caso de estas observaciones que nos describen,  como en otros muchos que conocemos,  la muerte del ganado está asociado a la impaciencia por  hacerse con el resto del parto, la placenta, un residuo orgánico que los buitres llevan miles de años aprovechando y  llevado a cabo sin que  este hecho diera lugar, como sucede  ahora,  a la muerte de  los animales que están pariendo. Si fuera así, haría miles de años que  el ganado salvaje se  habría extinguido y el doméstico no existiría.

Este fenómeno, es como bien nos explican, un hecho relacionado con la falta de alimento y  el agobio alimenticio que están pasando especies como los buitres.  Ante la expectativa de   un alimento como es la placenta que queda abandonada después de un parto, los buitres entran en una fase de excitación por hacerse con ella en competición entre sí. Es lo que termina  conociéndose como   tumulto de necesidad trófica. Es decir, el primero que llega come, el último ni lo ve.

Buitres comiendo en una fase de tumulto. Prácticamente, los buitres no  ven lo que comen.

 

Es en ese tumulto por hacerse con la placenta lo que en muchas ocasiones se  impide la finalización normal del parto y por tanto, una pelea de  picotazos, aletazos, saltos y la total algarabía  entre todos los buitres presentes,  que excitados y ciegos de hambre, terminan comiendo la placenta, el cordero y a la madre  también.   

 Pero ese comportamiento, técnicamente y desde un punto de vista biológico no es un ataque, aunque a ojos de un espectador pudiera parecerlo.  Es simplemente hambre.

 La consideración de ataque en un depredador, cosa que no es  el buitre, está vinculada a la captura  de forma traumática. Por ejemplo, un águila real que captura con sus garras un cordero que camina por el campo con su madre.  Si un buitre hiciera eso mismo, entonces sí  diríamos que hay modificación de comportamiento de la especie y el buitre  habría efectuado un ataque. Pero no lo hay, no tienen esa capacidad de captura, en función de sus  patas con dedos  incapaces de ser prensátiles como los de un ave de presa.

 Lo que FAPAS defiende, como otras muchas organizaciones, es que  se está acusando al buitre de tener un comportamiento depredador como si fuera un  águila, y eso no es cierto.

 Es una cuestión técnica y de semántica a la vez.  En estos casos diríamos que los buitres no atacan, pero hacen daños.    Desde un punto de vista técnico y para justificar la necesidad de cobrar la indemnización una persona afectada por un caso de estos,  debe de reclamarlo como  "un daño de buitre".

 Y desde un punto de vista de gestión y conservación de la naturaleza, ese daño está causado como consecuencia  del hambre que padecen los buitres al aplicar el Reglamento de Encefalopatías que condiciona retirar los cadáveres del ganado muerto de la naturaleza.