Es difícil imaginar las condiciones tan extremas que tuvieron que soportar nuestros ancestros, la supervivencia no era tarea fácil y los grupos humanos, al igual que en las manadas de lobos necesitaban una sofisticada estructura jerárquica y una organización grupal compleja para garantizar éste fin. 

Posiblemente de los lobos y sus estrategias aprendieron mucho aquellos homínidos que, aunque depredadores, contaban con importantes  limitaciones físicas. Seguro que observaban como aquellos cánidos acosaban sin descanso a las presas y como de esta manera las dirigían allí donde el resto de la manada aguardaba para emboscarlas.

Y de esta observación y coexistencia nace hace aproximadamente 125.000 años la relación entre lobos y humanos.

Los largos desplazamientos de ambos depredadores siguiendo a los rebaños de ungulados irían forjando esa unión que acabaría transformada en colaboración; el hombre se aprovecharía de la capacidad del lobo para cazar y el lobo del humano para apurar los restos que estos dejaban.

Así se fue forjando un lazo que llegaría a unir sus historias para siempre, ya que de esta unión nacería el perro, el mejor amigo del hombre. Hemos de tener presente que todas las cualidades que admiramos de los perros están amplificadas en sus ancestros los lobos.

Por último, si tenemos en cuenta los estudios paleoantropológicos  que apuntan que la revolución cultural del hombre ha podido ser facilitada por el consumo de carne…deberíamos de estar sumamente agradecidos al lobo por ayudarnos en esa transición.

 Sin embargo, a pesar de todo lo que nos da actualmente, de lo que nos ha dado y de la importancia de las aportaciones que ha hecho a nuestra propia existencia, se le sigue acosando y persiguiendo en una guerra sin sentido. Así paga el humano a sus héroes, con desprecio, rechazo y violencia.

No estaría de más que como aquellos homínidos, nos parásemos a observar y comprender una vez más al lobo, tan necesario hoy como entonces.