Una de las últimas veces en la que Tola ha visto el sol.

No tengo muy claro ya qué día fue, si a primeros de junio o finales de mayo del 89 cuando sonó el teléfono en la oficina del Fapas y un comunicante anónimo nos comentaba que conocía a unos cazadores que tenían en su poder a dos oseznos y que pensaba que podría convencerles para que en vez de matarlos, los entregasen al Fapas.

 Como el comunicante  se puso durante varios días  en contacto con nosotros para comentarnos los avances de su negociación, tomamos  aquellas llamadas en serio y se lo comunicamos al entonces responsable del  recién creado Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, Virgilio Rico, experto en la lucha contra el furtivismo en Asturias.  Quince días después, en un trabajo de  esos de  película policíaca, dimos con la identidad del comunicante anónimo y a partir de ahí se puso en marcha el mecanismo para conseguir la liberación de los oseznos.

 El proceso no era sencillo, sabíamos ya que  las dos crías estaban en cautividad en algún pueblo de las montañas de Cangas del Nancea, pero que la posibilidad de recuperarlas dependía de que los cazadores no advirtieran ningún riesgo de ser descubiertos. Nuestro interlocutor haría de intermediario y nos entregaría los oseznos en un plan  que más parecía una historia de contrabandista en la entrega de un alijo de droga.

 Se ha escrito muchas veces que Paca y Tola fueron depositadas  por los furtivos en el Monasterio de Obona en el Concejo de Tineo. La verdad que  nunca asomaron el focico por ese lugar, pero en  aquellos momentos había que despistar no dando precisamente pistas que pudieran comprometer al intermediario de la operación, ya que una de las intenciones de la Guardia Civil, no era solamente recuperar a Paca y Tola, si no también pillar luego  a los autores de semejante fechoría.

 El día D se marcaba por la tensión, no sabíamos cuando se efectuaría la entrega ni cómo ni donde, era necesario estar en contacto con el intermediario pero sin  levantar sospechas, así que  la historia  resbala por caminos sinuosos y un tanto sórdida, ya que las citas  había que  ubicarlas en algún lugar, en este caso en un chigre de  Tineo capital y claro, en Tineo en aquellos años, y ahora por suerte, todo el mundo se conoce, así que no era cuestión de sentarse en una mesa junto a un guardia civil de paisano.

 Se entraba en el chigre, se pedía una consumición por separado y  como mear es cosa de que a todos nos acucia en un momento u otro y eso es muy natural, pues se bajaba al retrete y allí cara a la pared, ¿cuándo?... a finales de la mañana, dónde?, en lo alto  del camino que va  pal pueblu de tal sitio,   vale,  allí nos vemos,  y cada uno sacudía lo que tenía que sacudir y se marchaba por separado.

 De la operación solo tenía conocimiento  la Comandancia de la Guardia Civil en Oviedo y el Fapas, la discreción era la clave para conseguir el éxito. Que no hubiera filtraciones, que  los furtivos que seguro que estaban ojo avizor antes de hacer la entrega que no se percatasen de nada, que no  descubrieran que  todo estaba  vigilado y lo más importante, que la entrega fuera rápida y discreta, pues unos días después se iniciaría  un trabajo de registro en más de diez pueblos de Cangas para  intentar localizar a los furtivos.

 Ya estábamos preparados en el punto de encuentro, varios guardias del Seprona de paisano y los miembros del Fapas, un lugar discreto, solitario, donde con seguridad nadie se percataría de nuestra presencia.  Impacientes esperábamos la llegada de un automóvil que nos trajera a los oseznos y en un momento dado escuchamos   el motor de un automóvil que subía la cuesta de la estrecha carretera, asoma por la cuerva un coche blanco, un Seat 850 a gran velocidad pasa delante de todos los que allí nos encontrábamos y sin darnos tiempo a respirar, zassss, se sale de la carretera, da cuatro o cinco vueltas de campana y termina  cincuenta metros debajo de nosotros entre matorrales.

 El susto fue tal que yo creo que nadie nos movimos. Con el coche patas para arriba el conductor sale a rastras por la ventanilla, un chaval, seguro  que anticipándose a nuestro Fernando Alonso  andaba el muy bobo haciendo rally en semejante camino, pero el caso es que se pone en pie y a grito pelao nos dice  ME  MUEROOOO y cae como  un saco de patatas al suelo desmayado.

 Lástima de  cámara  para grabar la cara que debimos de poner todos, alguien dijo, este desgraciado nos revienta la operación  ¿qué hacemos?.  Pues qué íbamos a hacer, usar las emisoras que  se había convenido no utilizar, para avisar a una ambulancia, al cuartel de la guardia civil y casi casi a la funeraria de Tineo.

 Diez minutos después aquel lugar que debería de estar con la máxima discreción estaba lleno de gente, ambulancias, coches de la guardia civil con sus rotativos encendidos, guardias civiles de uniforme mosquedos por encontrarse con sus compañeros vestidos de paisano en una actitud de esas, nosotros también, de cómo quien silba al paisaje para pasar desapercibido o se entretiene en mirar al suelo a ver si descubres una rana calzada con madreñas.

 Pensábamos que todo se había ido al traste, pero como después la realidad es menos dramática de lo que te imaginas,  marchada toda la parafernalia de gentes que vinieron a rescatar al  aprendiz de corredor de fórmula 1 con semejante  cacharro de la época,  al poco llegó el intermediario que no llegó a enterarse de nada y no vio nada raro en la zona, más que la gente con la que había acordado encontrarse para hacer entrega de los cachorros sanos y salvos.

 Aquel primer momento de abrir el maletero y verlas fue decepcionante, córcholis, vaya oseznos más esmirriados y es que eran dos bolucas peludas no más grandes que un gato  de poco tamaño, pero eso fue la primera impresión para pasar, en el momento en que  el actual  Director General del Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza en España, Juan Carlos del Olmo las tomo  cada una en sus manos, pasamos a darnos cuenta que quizás eran pequeñinas,  pero eran las joyas más valiosas de la naturaleza asturiana.

 Desde aquel momento comenzó un largo episodio de circunstancias por las que Paca y Tola estuvieron  año y medio en la sede del Fapas después de que fuera imposible reintegrarlas a la naturaleza.  Se intentó trasladarlas al recién  creado Parque de la Naturaleza de Cabárceno donde en vez de disponer de 25 metros cuadrados para  vivir, tendrían para ellas solas doscientos mil, pero el distinto signo político de las autonomías y por tanto la incapacidad de entenderse entre políticos, impidió ese traslado.

Tola y Paca en Cabárceno, Cantabria años más tarde

 Por aquellas fechas se escuchaba en petit comité y  en boca de altos cargos del gobierno asturiano que lo mejor que podía pasar a  estos oseznos es que les diera un dolor de barriga y la palmasen.  En realidad no eran años en los que la conservación del oso fuera un objetivo prioritario desde un punto de vista político y  había demasiada presión mediática dando la lata con estos bichos.

 Desde el Fapas intentamos llevarlas al centro que el antiguo ICONA tenía en Cuenca, el Hosquillo, pero   nos pareció peligroso, en aquel sitio eran frecuentes los “escapes” de osos que ya tenían en el  cercado, siendo necesario “capturarlos a tiros”, para evitar su permanencia en montes que  no eran adecuados para esta especie.

 Ante la imposibilidad de tenerlas por más tiempo en la sede del Fapas y sin posibilidad de trasladarlas a un centro con buenas condiciones, optamos por su traslado a Cataluña, donde   existía una reserva privada creada por otra ONG, pero en el 92 y coincidiendo con la olimpiada, la Generalitat de Catalunya   diseñó una estrategia para hacer de copito de Nieve y de Paca   y Tola unos  emblemas, para lo cual tenía que hacerse con el control de las osas y trasladarlas al zoo de Barcelona, llegando a detener los Mossos de Escuadra al Presidente de la ONG catalana por  tráfico ilegal de especies como si Cataluña no fuera una parte de España.

Evidentemente la operación política catalana no  cuajó y se optó por sacar lo  más rápidamente posible a las osas del “extranjero” y llevarlas  a Hosquillo, esta vez bajo los auspicios del Gobierno de Asturias, lo que  daba más seguridad de que Paca y Tola no terminasen en una oscura historia de fugas.

 Luego, en manos de la Administración asturiana, las osas han  vivido épocas buenas y épocas terroríficas. En ocasiones mal alimentadas, olvidadas, o simplemente ignoradas,  solo  las atenciones  de su cuidador Roberto García, haciendo todo  lo que podía para  sacarlas adelante, evitaron males mayores.

Roberto García, cuidador de Paca y Tola

El Paraiso Natural de  Paca y Tola  en los últimos años.

 

VIDEO:  EN RECUERDO DE TOLA